Puede que hayas notado o no que en los últimos años mis blogs se han centrado menos en nuestro viaje y luchas aquí y más en las personas a las que servimos. Esto se debe principalmente a que estoy muy orgulloso de aquellos con los que puedo trabajar y quiero que te enamores de la hermosa gente de este país. Sin embargo, otra razón fue que recibí críticas por mi apertura a mis luchas viviendo en el extranjero. Por eso he guardado un poco más mis palabras y mis luchas. Sin embargo, no estoy seguro de que esto haya sido tan bueno. Todos tenemos luchas, sin importar dónde vivamos. Lo que importa más es nuestra reacción a nuestras situaciones y a quienes nos rodean. A la luz de eso, me gustaría compartir una lucha en mi vida que creo que muchos de ustedes también pueden enfrentar.
Sin embargo, comprenda esto: amo a las personas con las que trabajo. Quiero a mis amigos. Amo a mis alumnos. Amo este país. Pero hay momentos viviendo en el extranjero ... bueno, supongo, viviendo en cualquier lugar ... esa vida pasa factura y se siente solo. Me siento sola. Agobiado. Improductivo. Es en esos tiempos que Dios usa a mis preciosos estudiantes para ayudarme a darme cuenta de que esto es una mentira de Satanás destinada a descarrilarme. Un dulce 11th La graduadora me dice que el mural que pasó días pintando es un regalo para mí. El chico peculiar que asoma la cabeza por la ventana solo para saludar (aunque debería estar prestando atención). El joven que quiere hacer un estudio bíblico en el almuerzo y crecer en su fe. La niña de kindergarten de cara regordeta que grita mi nombre cuando me ve sin importar lo que se supone que debe estar haciendo. El grupo de chicos que pasaron 30 minutos moviendo estantes de libros solo porque les pedí ayuda. La joven que fácilmente se hace cargo de mi clase cuando me llaman. El grupo de chicas que se pelearon por quién pudo jugar con mi cabello. Estas pequeñas cosas pueden parecer insignificantes, pero sumadas, son un recordatorio del amor de Dios, pero también del amor de aquellos con quienes sirvo cada día. Sé que la vida se pone dura. Lo hace para todos nosotros y es fácil pasar por alto los pequeños recordatorios que Dios ha puesto en nuestras vidas. Pero cuán bendecidos somos de servir a un Dios que conoce nuestros sentimientos y responde a ellos. Un último pensamiento: tal vez si fuéramos un poco más abiertos sobre nuestras luchas, entonces nos daríamos cuenta de que no estamos solos en esto.